domingo, 14 de febrero de 2016
Y parar, y vivir.
Y parar, y mirar. Y parar, y ver. Contemplar aquello que resulta tan cotidiano pero a la vez tan grandioso. Respirar, y vivir. Reír, y callar. Que el aire gélido congele tu cara, que no te importe porque es lo que deseas. Respirar, y relajarte. Respirar hondo, y mirar hacia fuera, porque si sólo miramos hacia dentro no podremos contemplar lo maravilloso de las cosas, su sencilla complejidad, que todo parezca fácil pero que gastemos nuestra vida en explicar cómo y por qué son así las cosas. Ahí está la clave de todo, en la sencilla complejidad que no deja de sorprendernos pasen días, años o incluso segundos.
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