Esa sensación que se repite en bucle una y otra vez. Ese pensamiento que intenta autoconvencerte que este estado es algo pasajero y que dentro de poco escaparás de él. Ese sentimiento de culpabilidad al darte cuenta y descubrir que eres incapaz de salir de tu propia jaula. Esa jaula mental que invade cada centímetro de tu piel y que se expande por cada conexión neuronal. Es en ese momento, cuando te preguntas si desde fuera se ve la cárcel que tú misma te has construído. Aquel lugar que en principio creías que se trataba de un refugio momentáneo, pero que poco a poco se ha convertido en tu hogar. Esa cárcel en la que no creemos estar al pensar que somos libres, pero que tras varios golpes de realidad descubrimos que va a hacer falta mucha ayuda para salir. Puede que todos estemos en pequeñas jaulas que nos aprisionan, nos cohíban de disfrutar lo que realmente queremos hacer y que no nos permitan ser quienes queramos. Es muy complicado asumir todas las situaciones que vivimos sin intentar huir y escondernos tras unos cuantos barrotes, que con suerte, no dejan ver cómo realmente nos sentimos.
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